Cuando estudiaba la enseñanza secundaria, no existían las calculadoras de bolsillo en España. Aprendí a usar tablas de logaritmos para hacer las operaciones más complicadas. Los cálculos trigonométricos se hacían con los logaritmos de las razones trigonométricas. Aún conservo el libro de logaritmos, como recuerdo.
Pero el último curso de secundaria (el llamado COU), ya empezaron a venderse las primeras calculadoras para estudiantes. Un compañero mío recibió como regalo de su hermano una HP-67 comprada en París, mientras yo me sabía de memoria las teclas de las calculadoras que veía en el escaparate de la tienda de mi barrio que las vendía. Mi predilección siempre fueron las calculadoras Hewlett-Packard, con su notación polaca inversa (RPN en sus siglas en inglés).
Me estudié detenidamente el manual de la HP-67 y aprendí a programarla; sus programas se podían almacenar con bastante comodidad en tarjetas magnéticas. Recuerdo que el profesor de Matemáticas me dejó usar la calculadora en un examen para calcular determinantes de orden 4, pero con la condición de que tecleara el programa en vez de leerlo de una tarjeta.
Tras mucho insistir, conseguí que mi familia me comprara una calculadora para mí; por motivos económicos, me tuve que conformar con la HP-21, que no era programable, pero permitía calcular con mucha más rapidez que con el libro de logaritmos. Hasta tenía una memoria auxiliar, además de las cuatro memorias clásicas de la pila de cálculo.
Usé la calculadora durante toda la carrera universitaria. Poco, porque las asignaturas que cursé no requerían cálculos numéricos, sino simbólicos.
Al pasar los años, acepté una oferta y vendí la calculadora. Ahora me arrepiento de haberla vendido porque me gustaría conservarla como recuerdo. Pero me conformo con usar la app para Android que la imita bastante bien: HP-21 para Android.
Para el curso siguiente de terminar la carrera, conseguí mi primer trabajo. Y con el primer sueldo, me fui directo a una tienda a comprar una calculadora mejor que la que tenía. Por aquel entonces lo normal era cobrar en efectivo, así que allí me fui con mis billetes dispuesto a que me duraran poco en el bolsillo.
Le pedí a la persona que atendía que me dejara verla, y antes de que me dijera si quería que me explicara algo, ya le había introducido un programa que simulaba el lanzamiento de un dado. ¡Ya tenía una calculadora programable propia!
Esta calculadora tiene memoria continua
(eso en lo que significa la
C de su nombre). Algo especialmente útil en una calculadora programable que
no admite grabar o leer programas de una memoria externa. Para cambiar de
programa, no hay más remedio que volverlo a teclear. Afortunadamente, tiene
suficiente memoria de programación como para almacenar hasta quince
subrutinas que se pueden ejecutar fácilmente (con las teclas A, B, C, D y E y
los números de 0 a 9).
Desarrollé bastantes programas para esta calculadora y la estuve estado usando durante muchos años para mi trabajo de profesor. Es muy cómoda de usar, sus pilas son estándar y duran muchísimo tiempo. Incluso le llegué a cambiar las cuatro patitas de plástico.
Tras un susto que me llevé cuando creí que la había perdido, decidí no volver a llevarla al trabajo. Ahora la uso en casa.
Esta calculadora tenía características únicas en su momento, como un limitado cálculo simbólico y la posibilidad de resolver ecuaciones. Era ideal para introducir una fórmula, darle como datos todos los valores de la fórmula, menos uno, y pedir que calculara el que faltaba.
Pero era incómoda de usar y tenía muy poca memoria RAM, así que fue un fiasco. Cuando al poco tiempo apareció un modelo mejorado con más memoria pero no pude actualizame a él, me sentí decepcionado.
Esta calculadora está en una estantería y casi nunca la enciendo.
Compré este modelo porque era muy similar al que usaban mis alumnos de secundaria y quería poder ayudarles teniendo experiencia de primera mano.
Ha quedado obsoleta, aunque por supuesto es útil. La guardo en una estantería.
También compré este modelo por ser similar al que usaban mis alumnos de secundaria. Ahora está en una estantería.
Un maravilloso regalo de un amigo que conoce perfectamente mi predilección por las calculadoras con notación polaca inversa. Esta caluladora es un prodigio: el hardware es una calculadora HP 30b, el software es libre y se instala modificando ligeramente la calculadora original; por último, se pega a lo largo de todo el frontal una pegatina con los nuevos significados de las teclas.
Probablemente sea la calculadora no gráfica más potente disponible. Más información en hpcalc.org y wp34s.
La tengo siempre a mano en un cajón de mi mesa de trabajo.
Compré esta calculadora moderna para no tener que sacar a la calle la HP 11C. Es muy pequeñita y rápida, ideal para llevar en cualquier bolsillo. Más información en swissmicros.com.
Me correspondió hacerme cargo de un grupo de estudiantes de Tercero de
ESO de lo que se llamó Diversificación
. La asignatura que les debía
impartir se llamaba Ámbito Científico-Matemático
y tenía partes de
Matemáticas, Física, Química, Biología y Geología. Tenía asignadas diez horas
de docencia a la semana: un tercio del horario de los estudiantes y la mitad
del mío.
Me parece muy conveniente introducir en Tercero de ESO el uso de calculadoras científicas, pero era difícil justificar a los alumnos que debían comprar una, puesto que normalmente quienes cursaban Diversificación no accedían luego a Bachillerato.
La solución que encontré fue algo habitual en quienes trabajamos en la enseñanza pública en España: pagar las calculadoras de nuestro bolsillo. Buscando una solución lo más barata posible para comprar las quince calculadoras que necesitaba, me acerqué al polígono industrial Cobo-Calleja de Fuenlabrada, que no había visitado nunca. Allí casi todo se vende al por mayor, pero preguntando en las tiendas cómo interpretar el significado, me encontré con que en muchos sitios la compra mínima era de solo seis calculadoras.
Tras valorar las distintas posibilidades, compré quince calculadoras de este modelo a un precio de 1,7 euros la unidad. Como lo iba a pagar yo de mi bolsillo, no solicité factura y no me cobraron el IVA. Por 25,5 euros había resuelto el problema.
Yo me guardaba las calculadoras en un cajón de la mesa del profesor del aula, las repartía cuando había que usarlas y luego las volvía a recoger.
Cuando ya no tuve que volver a impartir esta asignatura, fui regalando las calculadoras a estudiantes que no tenían. Me quedé con una, que fue la que usé en clase mis últimos años de docencia. Al jubilarme, la traje a casa; la usa mi mujer para operaciones básicas.
Otra calculadora que me compré para ayudar mejor a mis alumnos. Aunque es una HP, no tiene notación polaca inversa, lo que se hace un poco raro. Es una calculadora muy convencional para su momento, pero es barata y se maneja muy bien. Es una buena elección para la enseñanza secundaria.