En el mundo griego existían numerosos montes
llamados Olimpo: uno, en Misia; otro, en Cilicia;
un tercero, en Élide; otro, en Arcadia, y,
finalmente, el más célebre de todos, que se alzaba
en los confines de Macedonia y Tesalia. Desde los
poemas homéricos, el Olimpo es considerado como la
mansión de los dioses, en particular como la
morada de Zeus.